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Verónica de Haro descubre algo fascinante: puede comunicarse con los animales, unirse a ellos, entrar en sus mentes. Verónica no sabe que de su sangre y Caín proceden todos los Malditos, y de ellos, todos los vampiros del mundo. No se imagina que ha estado en peligro siempre, vida tras vida. Que su sangre, la Sangre Eterna, tiene el poder de destruir a un vampiro y devolverle su alma. Porque de esas cosas se han encargado siempre los Soldados de Dios, la Orden de Galiel. Custodiar la vida del séptimo hijo. Proteger a los humanos y mantener a los convertidos a raya.Así ha sido... hasta ahora.