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El lector tiene en sus manos una pequeña obra con una rara y única perspectiva sobre la cirugía, la del humor. La caricatura, una representación de la imagen mental conjurada por el residente quirúrgico en entrenamiento en reacción a un comentario, mandato o crítica que más o menos de manera explosiva recibió de un superior en algún momento. La transformación jocosa es un mecanismo de supervivencia, no como negación o antítesis del consejo, sino como introyección azucarada del mismo. ¿Por qué sudor? ¿Por qué lágrimas? ¿Es que es parte de la cirugía este ambiente aparentemente hostil y totalitario? No, no es hostil ni es totalitario, pero sí es extremadamente tenso y disciplinario. Lo que confronta el cirujano en su vida diaria a intervenir dentro de un cuerpo enfermo genera tensión, la cual el residente tiene que aprender a controlar para poder realizar sus tareas en forma efectiva. La situación requiere aún mayor temple y control cuando la condición física del paciente es muy grave, bien sea por infección, hemorragia o pérdida de funciones vitales, como ocurre con frecuencia en las peritonitis, las gangrena