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Introducción, traducción y notas de Antonio M. Bernalte Calle. En el año 96 de nuestra era, dejando unas trufas en la fresquera al decir de Suetonio, muere el último príncipe de la dinastía Flavia, el ¿malvado? Domiciano, y ese mismo año se pierde la pista de quien fuese uno de sus principales poetas de corte, Estacio. Un autor avispado aprovecharía la feliz coincidencia y el tema para hilvanar una buena novela histórica, haciendo del poeta víctima colateral del complot por no haberse avenido, al contrario que Marcial, a renegar de su pasado flaviano para vivir feliz la época antonina. La muerte de Estacio, debida probablemente a una enfermedad a la que ya se alude en el año 95, y que le hizo volver a su Nápoles natal en busca de aires más sanos, dejó sin terminar su segunda obra épica sobre la historia de Aquiles, de la que había publicado y recitado ?con el éxito que acostumbraba entre sus fans- el primer libro. En él relata la estancia de Aquiles en el gineceo del rey Licomedes de Esciros, disfrazado de doncella por su madre Tetis, temerosa de que se cumplieran los vaticinios sobre la muerte temprana del