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Lo Bello, de manera “muy misteriosaö, dice Lacan, ha ido de la mano del Bien, convertido en bienes o, bajo otro registro, en placer. Sin embargo, no corre la misma suerte de engañarnos como sucede cuando se produce un encuentro —maravilloso, por otra parte— con la belleza porque ésta mantiene una relación particular y paradójica con el deseo por dos razones: porque comparte con éste una estructura de “señueloö, pero, al mismo tiempo, nos “despiertaö y nos “acomodaö en su vía misma. Con todo, este señuelo de la belleza no alcanza a detener el curso del deseo; incluso —y es la enseñanza de Antígona que subraya Lacan— cuando nos lleva a la destrucción.