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¿Hay que estudiar pedagogía para ser profesor? ¿Por qué? ¿Para qué sirve? Las respuestas a estas preguntas difieren considerablemente. Oscilan entre un rechazo más o menos manifiesto, variadas indiferencias y una revalorización del estudio sólo en términos de su aplicación a la práctica. Los rechazos al estudio de la pedagogía —mayoritarios según mi experiencia en la enseñanza— no tienen la misma forma. Se rechaza el estudio o bien porque es “pura teoría... pura palabrería, pura literatura. Además, la teoría es compleja... es cosa de intelectuales y de universitariosö, etc.; o bien porque “la pedagogía no puede bajar a la práctica, es decir aplicarse a lo concreto, la pedagogía no ayuda en nada a cambiar el mundo, está descontextualizada, lo que necesitamos son hechos y no palabras, no se trata de comprender el mundo sino de cambiarloö, etc. Por otro lado, las defensas de aquellos que estiman necesario estudiar pedagogía también difieren: “hay que estudiar pedagogía porque el conocimiento —en especial aquel que se hace llamar científico— te permite cambiar las cosas, porque la pedagogía está allí y es nuestr